La verdad es que siempre decimos que la primera impresión es lo que más cuenta. Así cuando pretendemos sorprender en una entrevista de trabajo, nos vestimos formales; si queremos conquistar a un chico nos vestimos sexys; y si lo que queremos es causar una buena impresión a una familia lejana procuramos cuidar las apariencias. Sin embargo, esta regla se aplica también al mundo de la tecnología, aunque sean pocos fabricantes los que apuesten por ella.
Apple es uno de los pioneros, y a pesar de que sus productos han cambiado de forma considerable con el paso del tiempo, lo cierto es que siempre, siempre han apostado por una estética muy particular por fuera, que haga que la experiencia del unpacking o de abrir el producto sea de verdad alucinante para el cliente.
Y es que en el packaging de Apple cada detalle está cuidado al detalle, desde la bolsa que nos dan en la Apple Store, pasando por la caja externa del gadget concreto que según lo que sea puede ser de cartón, de plástico o incluso de metacrilato. Una vez dentro, cada uno de los componentes está ordenado de una forma que nos deja claro que el detalle es lo que importa en el mundo Cupertino, tanto por dentro y por fuera.
Pero para apostar por una estrategia similar en la que Apple usa su packaging para contar una historia hay que invertir mucho dinero, y la compañía de la manzana lo hace, y lo hace todos los años bajo casi diríamos secreto de sumario con varios empleados de la sección de marketing. Por eso precisamente Apple nos sorprende por dentro pero también por fuera.
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